domingo, 16 de abril de 2017

Nuevas estrategias oposicionistas apoyadas por el imperio

En su afán por desvirtuar a los gobiernos progresistas en América Latina, la oposición arremete ahora con todas sus fuerzas con nuevas estrategias, que apoyadas por Estados Unidos y la derecha más reaccionaria de la región, utiliza métodos hostiles que van desde la negación a conversar en mesas de diálogos hasta la violencia desmedida.
Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, constituyen ejemplos más que fehacientes que ilustran cómo el devenir histórico traza objetivos maquiavélicos que nada tienen que ver con la democracia, la justicia o la paz, simplemente la imposición para querer a toda costa echar atrás los logros obtenidos con las mejores intenciones.

Está de moda el no reconocer los resultados de las elecciones generales, incluso ante la presencia de observadores internacionales, no dialogar con el gobierno o en el peor de los casos infligir golpes de Estado silenciosos presumiendo que los presidentes cometieron graves delitos de corrupción o malversación de bienes.

El cambio de métodos en su desesperado afán por derrocar sistemas progresistas latinoamericanos constituye una nueva estrategia que apoyada por Washington y organismos regionales, como la OEA, sustituye ahora las pacíficas manifestaciones callejeras o las acusaciones ante la Organización de las Naciones Unidas.

Han aparecido líderes con historiales nada halagüeños y pretensiones dirigidas al entreguismo y la obtención de grandes ganancias, a costa de llevar al pasado a países que han registrado incuestionables avances, pese obstáculos de por medio afianzados por Estados Unidos que se interpone ante la necesaria unidad e integración regional.

Los intentos panamericanistas tienen hoy una vigencia extraordinaria, pero con diferencias respecto a la manzana y el garrote, porque de lo que se trata es de apoyar y organizar a la oposición de tal forma que aparezca como la cabeza pensante en sus aventuras internas por “mejorar” la situación de tal o mas cual país.

Tal parece que el Capitalismo quiere recobrar el terreno perdido a costa de venganza extrema sin aparecer su gobernanza imperial como la principal implicada en los asuntos internos de las naciones de la región, algo que les cuesta mucho trabajo disimular.

Mientras, la izquierda latinoamericana tiene por delante un camino abrupto, un tanto difícil, pero transitable, porque la verdad y la razón pueden mucho juntas, y los pueblos de la región no son ahora aquellos que se dejaban engañar por migajas de pan ofrecidas por la potencia imperial.

La unidad, la integración y la resistencia son, en definitiva, las armas esenciales de los millones que en América Latina reconocen el significado de una Revolución justa o de una democracia participativa, muchos porque la han vivido, otros porque saben de antemano que los derechos no se mendigan ni se piden.

Esta es la hora de los hornos, el ahora, no el después, la hora definitiva para salvar a la especie humana de peligros que atentan contra la vida misma de quienes prefieren compartir el pan de cada día a no recibirlo porque los poderosos y opulentos se lo han comido.



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